La vida es lo que hacemos de ella. Los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos.

3 de mayo de 2012

Viaje a Suiza y llegada a Friburgo

     Para una gran amante de las sorpresas y los viajes en particular, no hay mayor satisfacción que recibir la noticia de que próximamente va a viajar a un país hasta entonces desconocido. Y así fue como empezó mi viaje a Suiza, como el regalo más hermoso que me han hecho nunca.
     Dado que Suiza no pertenece a la Unión Europea y tiene moneda propia, durante algunas semanas estuve pendiente de la sección de economía del periódico y acabé convirtiéndome en una auténtica experta en divisas. Sin embargo, tuve serias dudas cuando llegó el momento de hacer el cambio de moneda, ya que nunca sabes cuál será el más idóneo. Pero debo decir que mi elección fue, sin duda, acertada. Pocos días después el Euro se equiparaba al franco suizo, y ya no dejaría de perder valor. 

     Solicité entonces la tarjeta sanitaria internacional, un pase gratuito para viajar por todo el país y renové la tarjeta ferroviaria, pues como no podía ser de otro modo, iba a hacer el trayecto de Barcelona a Suiza, en tren.
     Si por algo se caracteriza Suiza es por sus cambios meteorológicos, así que, aunque era Agosto, metí en la maleta varias prendas de abrigo, alguna bufanda, el chubasquero y calcetines gordos. Me equipé con guías turísticas, un mapa de la red ferroviaria, una lista con los lugares que quería visitar y con un buen cargamento de pilas para la cámara de fotos. El tren salía por la tarde y terminaba su recorrido en Zürich a primera hora de la mañana, así que iba a pasar toda la noche, en una butaca reclinable.
     He viajado mucho en tren, pero nunca había hecho uso del Trenhotel y pude comprobar que aquí, probablemente por el precio del billete, te regalan botellines de agua, un kit de neceser y un kit de noche. Este último incluye una manta monísima y un antifaz para dormir.
     El trayecto duraba unas trece horas, así que me puse cómoda, leí un rato, charlé con algunos viajeros y cuando apagaron las luces me acosté con la idea de que al despertarme, estaría en tierras suizas. La gran sorpresa fue recibir a la mañana siguiente la noticia de que llevábamos un retraso de más de cinco horas y que todavía nos encontrábamos en Francia. Supongo que en momentos así puedes enojarte o bien, puedes abrir las cortinas de la ventanilla y quedarte atónito al ver que el tren bordea el lago de Annecy bajo los primeros rayos de sol. Despertarse con vistas como aquélla, fue algo extraordinario. 
     De manera que, ese retraso de cinco horas iba a permitirme disfrutar de preciosos paisajes que no hubiese podido ver si el tren hubiera ido a su hora, pues hubiese sido, todavía de noche.
     Al cabo de un rato, el tren paró en una estación, pero nadie sabía dónde nos encontrábamos, pues por aquel entonces todos estábamos bastante desorientados. Subieron al tren varios policías, acompañados incluso por perros, y empezaron a registrar el vagón. A algunos viajeros les abrieron las maletas allí mismo y otros fueron obligados a bajar del tren en aquella estación. Supongo que si por aquel entonces hubiera tenido conocimientos suficientes de francés, la sensación hubiera sido distinta, pero teniendo en cuenta que ni el propio azafato de tren se enteraba de algo y que lo único que me dijo uno de aquellos policías fue "assieds-toi!", que en aquel momento no entendí pero intuí querría decir "¡siéntate!", por el tono de su voz y porque estaba paseándome por el vagón, la situación fue algo tensa. Ahora no había ninguna duda, estábamos en Suiza, y había sido testigo del gran control fronterizo que existe en este país.
     Después de algunos minutos, el tren reanudó su marcha y entonces pasó algo fascinante. Durante horas fueron sucediéndose sin descanso paisajes increíbles: viñedos, campos, montañas, bosques, ríos, lagos, contrastes de colores por todas partes. La realidad superaba con creces la idea que me había hecho de este hermoso país. Y entre tanta belleza, llegué a mi destino, Friburgo.
     El viaje había durado más de diecisiete horas, pero al fin estaba allí, en un país que desde hacía años quería visitar y que ahora me habían regalado, la oportunidad de conocer.

0 COMENTARIOS:

Publicar un comentario

ir arriba