La vida es lo que hacemos de ella. Los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos.

27 de mayo de 2012

Llegada a Granada, la ciudad mágica

     En pocas ciudades es posible encontrar una mezcla de tantas culturas, de tantos mundos, de tantos aires distintos. Pocas ciudades tienen la hermosura y el embrujo de Granada, hecha para recorrerla despacio, para descubrirla poco a poco, para envolverte en su magia.

     Decidí, que precisamente por eso, Granada sería un bonito lugar para regalar. Así que me puse manos a la obra, para preparar la que creí sería, una genial sorpresa de cumpleaños. Durante algunos meses estuve buscando un bonito lugar donde hospedarnos y finalmente encontré uno idóneo, los Apartamentos Muralla Zirí, situados en el centro de la ciudad, detrás de la Plaza Santa Ana, justo al lado del Paseo de los Tristes.
     Me hubiese encantado alquilar un ático con vistas a la Alhambra, pero siendo los apartamentos de primera categoría, eran bastante caros y tuve que conformarme con uno en la planta baja. Pero debo decir, que incluso sin vistas, era un apartamento precioso.

     El trayecto de Barcelona a Granada lo hice en tren nocturno y aunque mi billete era para viajar en butaca, tuve la gran suerte de dormir en una cama y además, en un compartimento para mí sola. A la mañana siguiente, tras despertarme temprano para preparme con tiempo suficiente antes de llegar, salí al pasillo para disfrutar de unas vistas extraordinarias. Lentamente nos íbamos acercando a Granada y al fondo se veía Sierra Nevada, blanca, iluminada por los primeros rayos de sol.

     Una vez en la estación me dirigí a la Gran Vía y tomé un autobús para llegar al apartamento. Como todavía era pronto, busqué un lugar donde poder dejar la maleta, ya que resultaba bastante molesto arrastrarla por las calles adoquinadas. Pero como pude comprobar, en Granada no hay consignas. Sin embargo, tuve la suerte de que el simpático propietario de un quiosco se ofreció muy amablemente para guardármela. Aquel detalle me asombró, ya que, en Barcelona algo así, es impensable.

     Aproveché aquel ratito para visitar algunos lugares. Desde la Plaza Santa Ana regresé a la Gran Vía para llegar a la Catedral y desde allí, continué hasta la Plaza de Bibarrambla para enlazar con la Calle de los Reyes Católicos, donde se encuentran el Corral del Carbón y el Ayuntamiento.

Fachada principal de la Catedral.




Puerta de acceso al Corral del Carbón.

 


     Al llegar al final de la Calle de los Reyes Católicos, justo donde ésta se enlaza con la Acera del Darro, me quedé impresionada.
     Estaba esperando que el semáforo se pusiera verde y al levantar la vista, vi a lo lejos, la blanca cumbre de Sierra Nevada. Había visto montañas, había visto nieve, pero nunca, una ciudad que ofreciera un paisaje como aquél. Y embelesada, continué mi camino por la Acera del Darro, hasta el final de la Rambla.

Palacio de Bibataubín.

Iglesia Nuestra Señora de las Angustias.

Fuente de las Granadas en el Paseo de Salón.

Vistas desde el Paseo de Salón.


Puente de piedra sobre el río Genil.

     Después hice todo el camino de vuelta, recogí la maleta y me instalé, tranquilamente, en el apartamento.
     Durante algunos días había estado bastante intranquila ya que tuve que ingresar por adelantado, la suma total de la estancia para poder reservar el apartamento, y este tipo de cosas, siempre me han generado una gran desconfianza. Por esa razón, al ver aquel precioso apartamento, cuidado al detalle y decorado exquisitamente, sentí que todo el esfuerzo había valido la pena.
     Pensar en el trato que recibí desde mi llegada, recordar los meses anteriores intentando organizarlo todo, revivir los pequeños detalles del viaje hasta llegar a Granada, fue todo lo que pasó por mi mente en un instante al abrir la puerta, mientras me invadía una sensación de alegría y satisfacción indescriptibles.
     Porque cuando arriesgas, cuando lo das todo porque crees que merece la pena, cuando regalas por el simple placer de hacerlo, y te demuestras que la perfección existe, el enriquecimiento personal que obtienes, es único e incomparable.

     Y con esa increíble sensación, que al recordarla todavía ahora me emociona, me fui a la estación de autobuses a esperar al que era el destinatario del regalo y mi compañero de viaje. Dejamos sus cosas en el apartamento y pasamos el resto día recorriendo Granada y haciendo algunas compras.

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